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Pediátrica

SAP - Consenso de Obesidad

Arch.argent.pediatr 2005; 103(3) / 262

Consenso sobre factores de riesgo de

enfermedad cardiovascular en pediatría.

Obesidad

Consenso

En Argentina, como en la mayoría de

los países del mundo occidental, padecemos

una grave epidemia de enfermedades

crónicas no transmisibles (ECNT),

particularmente enfermedades cardiovasculares

(ECV), que ha llevado a que encabecen

las causas de muerte desde comienzos

de la década del 70. Ciertos patrones

de comportamiento y hábitos contribuyen

en una medida importante al desarrollo

de este grupo de enfermedades.

En los últimos 20 años ha surgido evidencia

convincente que vincula factores

de riesgo definidos en los adultos obesidad,

sedentarismo, tabaquismo, hipertensión

e hipercolesterolemia con procesos

ateroescleróticos. En su patogenia se identifican

factores hemodinámicos, trombóticos

y asociados al metabolismo de lípidos

e hidratos de carbono y a las características

propias de la pared arterial, así como

otros vinculados con el estilo de vida.

La progresión de la ECV y la gravedad

que alcanza se relacionan con la presencia

de estos factores de riesgo y con su persistencia

a lo largo del tiempo. Sobre la base

de datos de anatomía patológica se conoce

que el proceso ateroesclerótico se inicia

en la infancia y el grado de extensión de

las lesiones en niños y adultos jóvenes se

correlaciona con la presencia de los mismos

factores de riesgo identificados en

adultos.

A partir de estudios epidemiológicos

se ha establecido que el riesgo de eventos

cardiovasculares se incrementa cuando

confluyen varios factores, ya que se potencian

en sus efectos. Si bien la presencia

de un solo factor específico determina

riesgo, habitualmente se presentan varios

asociados.

Ciertas preferencias o características

personales influyen en la valoración subjetiva

de los riesgos. La modificación de

hábitos y patrones de comportamiento es,

en general, difícil. Con frecuencia, en relación

con los riesgos para la salud, los

individuos y las sociedades prefieren disfrutar

los beneficios de la actividad presente

sin tener en cuenta posibles daños

alejados. Un ejemplo de esto es el consumo

elevado de ciertos tipos de alimentos

ricos en grasas y calorías que dan un placer

transitorio a pesar de los efectos adversos

sobre la salud, que no se tienen en

cuenta en el momento y que ocurrirán en

el futuro. La disponibilidad de información,

junto con estrategias activas de promoción

y protección de la salud constituyen

las herramientas más importantes para

la reducción de estos riesgos. La implementación

de estas acciones involucran

diferentes actores y estrategias, como el

empoderamiento de la población a partir

de la educación; la acción gubernamental,

mediante legislación específica, es necesaria

para mejorar la salud poblacional a

través de la reducción del consumo de

alcohol y tabaco; las redes sociales de contención

y apoyo son también determinan-

tes y particularmente, el trabajo del equipo

de salud trabajando en los diferentes

niveles de prevención y promoción.

Diferentes combinaciones de intervenciones

pueden utilizarse para lograr los

mismos propósitos. Las intervenciones

para reducir la presión sanguínea, el tabaquismo

y la hipercolesterolemia reducen

el riesgo de ECV y pueden emplearse

juntas o separadas. Debido a las interacciones

de los factores, las estrategias para

reducir el riesgo se basan generalmente

en combinaciones de intervenciones más

que en intervenciones aisladas.

Como se mencionó, gran parte de las

estrategias para reducir el riesgo incluyen

un componente de cambio de comportamiento,

cuando estos hábitos ya están instalados.

Sin embargo, debido a la precocidad

con que se presentan las lesiones, así

como por el hecho que muchos de los

hábitos se establecen en la infancia y primeros

años de vida, las acciones tendientes

a evitar el establecimiento de los riesgos

en la infancia y adolescencia son fundamentales

en la reducción de este grupo

de enfermedades. Parece entonces razonable

iniciar estilos de vida saludables en

la infancia con el fin de mejorar el estado

de salud en la vida adulta.

El propósito de este Consenso es brindar

estrategias para promover la salud

desde la mirada del cuidado integral del

niño, que favorezcan la reducción de riesgos

para ECNT y que redundarán tanto

en beneficios a corto plazo como en la

edad adulta. A partir del análisis de factores

de riesgo como obesidad, hipertensión

arterial, sedentarismo, hipercolesterolemia

y tabaquismo se buscó actualizar

información sobre prevalencia, evaluación

y medidas de intervención que, sobre bases

de evidencia científica, puedan incluirse

dentro del marco de la atención

integral del niño y del adolescente.

La promoción de hábitos saludables y

la reducción de los riesgos que se desarrollan

en el Consenso, constituyen en primer

lugar, tarea del pediatra clínico. Es en ese

sentido como fue elaborado este consenso.

La infancia y la adolescencia proveen

una oportunidad única para promover la

salud. Las intervenciones en estas etapas

permiten educar y estimular a los padres

para que adopten un estilo de vida sano,

transmitan a los niños un modelo positivo

y mejoren al mismo tiempo su estado de

salud y así como los riesgo que podrán

afectarla en un futuro. Pensar en el futuro

y actuar en consecuencia…

Este consenso sobre factores de riesgo

incluye las siguientes secciones: obesidad,

sedentarismo, síndrome metabólico, tabaquismo,

hipercolesterolemia e hipertensión.

En este número, se publica el

Consenso sobre Obesidad.

ÍNDICE

I. Objetivos

II. Definición y diagnóstico

III. Prevalencia

IV. Síndrome metabólico

V. Tratamiento

VI. Prevención

VII. Anexo I: Tablas y Figuras

VIII. Bibliografía

I. OBJETIVOS

Para la elaboración del presente Consenso

se han considerado los siguientes

objetivos:

1. Definir el concepto de obesidad.

2. Definir los criterios para el diagnóstico

clínico y poblacional.

3. Caracterizar la situación actual a nivel

internacional y nacional.

4. Caracterizar el síndrome metabólico y

su relación con diferentes factores de

riesgo.

5. Definir las indicaciones y características

del tratamiento a implementar.

6. Definir las acciones preventivas en este

grupo etario.

264 / Arch.argent.pediatr 2005; 103(3) / Consenso

II. DEFINICIÓN Y DIAGNÓSTICO

DE LA OBESIDAD

Definición

La obesidad es una enfermedad caracterizada

por el aumento de la grasa corporal,

definida como tal en 1997 por la OMS. En la

mayoría de los casos se acompaña de aumento

de peso, cuya magnitud y distribución

condicionan la salud del individuo.

Si bien alguien suficientemente entrenado

podría diagnosticarla y hasta clasificarla a través

de la simple observación con un error del

5%, evaluar el exceso de peso de un individuo

presupone al menos dos aspectos: la posibilidad

de medirlo en forma precisa y la necesidad

de contar con valores normales segun edad y

sexo, ante los cuales comparar la medición.

En el adulto, a través de la evaluación del

riesgo de morbilidad y mortalidad asociado

al exceso de peso, se clasificó como obeso al

individuo cuyo índice de masa corporal

(IMC) fuera superior a 30 y como sobrepeso

al valor comprendido entre 25 y 30. El sobrepeso

se definió como el exceso de peso con

riesgo de obesidad.

Evaluación de la obesidad

La grasa corporal no puede medirse en

forma directa en los seres humanos, por ello

hay varias medidas indirectas para usar en

los niños y adolescentes. Las podemos dividir

en aquellas utilizadas en la práctica clínica

y las utilizadas en la investigación.

Práctica clínica:

• Antropometría con indicadores del IMC.

• Peso relativo del P/T.

• Pliegues cutáneos.

• Circunferencia de la cintura para valorar

la distribución grasa.

Investigación:

• Bioimpedancia eléctrica.

• Absorciometría dual de rayos X (DEXA).

Estudios de imágenes

Hasta la década de 1980, en la mayoría de

los países se definía sobrepeso como aquella

adecuación entre 110 y 120% y mayor de

120% para el caso de la obesidad. Si bien

actualmente el aumento del porcentaje de

adecuación P/T no se emplea en todas las

edades como criterio para definir la obesidad,

estudios actuales han evaluado que el

porcentaje del P/T (peso relativo o PR) se

correlaciona con el porcentaje de la grasa

corporal y es de utilidad para estudios epidemiológicos

en niños menores.

Otra definición (OMS, Informe 845) considera

que más de dos desviaciones estándares

del puntaje Z del peso para la talla se

define como obesidad infantil.

El índice más aceptado actualmente para

evaluar la obesidad infantil y del adolescentes

es el IMC (evidencias 1, 2, 3).

El IMC o índice de Quetelet es una expresión

del peso referido a la talla y se calcula

dividiendo el peso corporal expresado en

kilogramos por la talla elevada al cuadrado

expresada en metros.

(IMC = P/T2 o P/T/T)

Diferentes razones hacen útil este indicador:

su ya extendido uso para la valoración

en población adulta y su facilidad para el

cálculo, el menor efecto que la talla implica

en la estimación al elevarla al cuadrado o su

relación con la mortalidad o morbilidad cardiovascular

en la población adulta.

En niños y adolescentes, el IMC guarda

muy buena relación con la grasa corporal medida

por pliegues cutáneos (r: 0,90). También

se asocia a los marcadores de complicaciones

secundarias de obesidad, incluidos la hipertensión

arterial, lípidos en sangre, niveles de

insulina sérica y mortalidad a largo plazo.

El indicador IMC aumenta por la tarde

al disminuir la medición de la talla (evidencia

2). Es adecuado para la práctica clínica

y epidemiológica (evidencia 2).

Tablas de referencia y

puntos de corte para el IMC

Se cuenta con diferentes tablas de referencia

de IMC.

La OMS recomienda las tablas de referencia

internacionales (1995) del National Center

for Health Statistics (NCHS).

En el año 2000 se publicó la revisión de las

tablas del NCHS, considerándose como puntos

de corte los percentilos 85 para sobrepeso

y 95 para obesidad.

Para el diagnóstico en un niño se recomienda

la tabla NCHS, CDC.

Los puntos de corte se establecieron de

manera convencional en niños con relación a

la morbimortalidad en adultos demostrada

por estudios epidemiológicos.

La International Obesity Task Force

(IOTF) propuso el criterio de un punto de

Consenso sobre diagnóstico y tratamiento de la obesidad en pediatría / 265

corte proyectado del IMC del adulto de 25

para el sobrepeso e igual o superior a 30 para

definir obesidad. La referencia utilizada se

basó en seis bases de datos de diferentes

países. Este criterio identificaría un menor

número de niños con exceso de peso.

La tabla de la IOTF se recomienda para

estudios epidemiológicos.

En el seguimiento longitudinal de los niños,

un cambio de 2 puntos en el IMC en un

año, podría reflejar el aumento rápido del

porcentaje de la grasa corporal.

Valoración de la distribución grasa

Junto con la valoración del peso corporal,

es fundamental contar con medidas de

la distribución grasa.

La circunferencia de la cintura es buen

predictor de la distribución central de la

grasa. Se asocia, igual que en el adulto, a

mayor riesgo de padecer el síndrome metabólico.

Se recomienda utilizar la medición

de la OMS que se presenta en el Anexo.

Por último, desde el punto de vista clínico,

es importante hacer la distinción entre

obesidad primaria y secundaria (síndromes

de Alstrom-Hallgren, de Carpenter, de

Cohen, de Cushing, deficiencia de la hormona

de crecimiento, hiperinsulinemia, disfunción

hipotalámica, hipotiroidismo, síndromes

de Laurence Moon Bield, de Stein

Leventhal, de Prader Willi, de Turner, seudohipoparatiroidismo

tipo I) con el interrogatorio

y el examen físico completo.

En resumen, los criterios diagnósticos según

edad son:

• Se recomienda el uso de las tablas de peso

y talla para los lactantes.

• Para los estudios de poblaciones se recomienda

el uso de las unidades en puntaje

Z, con los puntos de corte según la OMS:

entre +1 y 2 sobrepeso, mayor de 2 obesidad

del P/T para menores de 6 años.

• Detectada la obesidad se debe medir la

circunferencia de la cintura, para evaluar

el riesgo de padecer el síndrome

metabólico.

• Es conveniente realizar las determinaciones

antropométricas en horarios semejantes.

En niños con estado nutricional normal,

un cambio de 2 puntos en el IMC en un año

podría reflejar el aumento rápido del porcentaje

de la grasa corporal.

III. PREVALENCIA

La prevalencia de obesidad se ha incrementado

en las últimas décadas, considerándose

una epidemia global y es la enfermedad

crónica no transmisible más prevalente en el

mundo. Nunca como hasta ahora se ha tenido

la oportunidad de presenciar el desarrollo

tan rápido y generalizado de una epidemia

de enfermedad no infecciosa. Los niños

y adolescentes no escapan a esta tendencia.

Este incremento en la prevalencia está asociado

a profundos cambios socioeconómicos,

tecnológicos, biotecnológicos, poblacionales

y familiares que han ocurrido en el

mundo en las últimas dos o tres décadas y

que afectan tanto a países desarrollados como

a aquellos en vías de desarrollo, llevando a

un balance energético positivo en una gran

parte de la población. La rapidez del cambio

de la prevalencia de obesidad excluye una

base genética como principal causa, ya que el

“pool” genético no puede variar en períodos

de tiempo tan cortos, por lo que los factores

ambientales enumerados previamente tendrían

un papel preponderante.

Cambios en la

prevalencia a nivel mundial

Las definiciones de sobrepeso y obesi-

TABLA 1.

Edad Nivel Nivel clínico

epidemiológico

Menores P/T PR

de 6 años

Sobrepeso: entre Sobrepeso: entre 1 y 2

1 y 2. DE puntaje Z DE puntaje Z

Obesidad:>2 DE Obesidad:>2 DE

Mayores Tabla de Tabla de

de 6 años referencia: IOTF referencia: CDC

IMC > 25 IMC Pc 85 a 95:

sobrepeso sobrepeso

> 30 obesidad >Pc 95 obesidad

Se debe calcular el porcentaje de la mediana

del peso para la talla en todo niño menor de 6 años.

Se considera con sobrepeso entre el 110 y el 120%,

obeso mayor de 120%, leve hasta 130, entre 130 y

150% moderado, grave entre 150 y 170% y mórbido

mayor de 170%.

Se debe calcular el IMC corporal entodo niño mayor

de 6 años en el control pediátrico.

266 / Arch.argent.pediatr 2005; 103(3) / Consenso

dad en niños difieren entre los distintos

estudios epidemiológicos, lo que dificulta

la comparación de datos.

Mas allá de esto, varios autores han demostrado

cambios en la prevalencia de obesidad

a través del tiempo en distintas poblaciones.

Ebbeling y col. realizaron una recopilación

de trabajos que demuestran esta

tendencia.

En la Figura 1 (Anexo. Tablas y Figuras)

pueden observarse datos de 13 poblaciones,

con sus correspondientes puntos de corte

para definir sobrepeso y obesidad y el incremento

de prevalencia registrado.

Prevalencia de

obesidad en Latinoamérica

Las condiciones de vida de la población

en las distintas regiones son claramente diferentes,

así como las características del proceso

de transición nutricional. América Latina

en particular tiene en relación al resto de las

regiones condiciones más ventajosas. Sin

embargo, al encontrarse en un punto intermedio

en el proceso de transición, presenta

características más heterogéneas. Las condiciones

del cuidado infantil, los patrones alimentarios,

la lactancia materna, la alimentación

complementaria, la creciente inseguri-

TABLA 2. Resumen de las características y resultados de estudios sobre prevalencia de sobrepeso y obesidad en

niños y adolescentes Argentinos

Año Población N Represen- Resultados Criterio Diseño

tatividad Diagnóstico

1 1993 Varones de 18 76.098 Nacional Sobrepeso 19,5% IMC >25 Muestra aleatoria y

años evaluados para Obesidad 4,1% IMC >30 representativa del

Servicio Militar grupo etario de 18 años

Obligatorio de sexo masculino,

de todo el país

2 1995 Lactantes y niños 900 Tierra del Obesidad: P/T >2DE Estudio poblacional a

9 meses a 12 años Fuego 9-23 meses: (NCHS) partir de una muestra

6%/ 24 m-5 a: aleatoria, representativa

8%/ 6-11 a: 14% para cada grupo etario

3 1995- Menores de 6 años 102.806 Nacional Obesidad 8,7% P/T > 2 DE Muestra aleatoria por

1996 bajo Programa (NCHS) selección al azar de días

Materno-Infantil de registro de datos

Atendidos en el

sector público

4 1999 Muestra 1.388 Gran Obesidad 7,6% P/T > 2 DE Diseño multietápico

representativa de Buenos (NCHS) estratificado y por

menores de 6 años Aires conglomerados en

de hogares del unidades primarias y

conurbano secundarias

bonaerense

5 2000 Niños 6-24 meses 1.362 Córdoba 6-24; meses: P/T 1-2 DE Muestreo por

5 y 8 años Gran Sobrep: 6,4% P/T > 2 DE conglomerados en tres

Córdoba Obes. 5,3% etapas, con selección de

5 a: obes. 12% radios censales,

8 a: obes. 11% unidades secundarias y

primarias

6 1998- Niños y 1.289 Nacional Sobrepeso: 20,8% IMC (IOTF) Datos aportados por

2001 adolescentes Obesidad: 5,4% pediatras de todo el

(10- 19 años), país, divido en 5

atendidos en regiones

sector público

y privado

7 2002 Menores de 6 27.974 Prov. de Obesidad 0-6 a: P/T >2 DE Muestra aleatoria por

años atendidos en Buenos 5,2% Obes (2-5 a) (NCHS) selección al azar de

el sistema público Aires 7,5% días de registro

de salud de la Obes (0-2 años) P/E > 2 DE de datos

provincia de Bs. As. 5,3% (NCHS)

Consenso sobre diagnóstico y tratamiento de la obesidad en pediatría / 267

17 países (se agregan Argentina, Costa Rica,

Uruguay, Panamá y Venezuela a los anteriores)

indican un promedio de 4,5%.

En la mayoría de los países se observa

incremento en la prevalencia (faltaría especificar

en que tiempo varió). Cabe destacar el

descenso de Colombia y el incremento en

países que presentan altos índices de pobreza,

concentración de población indígena y

déficit de crecimiento, como es el caso de

Guatemala, Perú y Bolivia.

Prevalencia de obesidad

en la República Argentina

Los datos disponibles en la infancia más

representativos provienen de los siguientes

estudios realizados en la última década en

nuestro país:

1. Evaluación del estado nutricional de la

población de varones de 18 años en Argentina.

2. Proyecto Tierra del Fuego (CESNI).

3. Encuesta antropométrica en menores de

6 años bajo Programa Materno Infantil.

4. Encuesta nutricional a niños/as menores

de 6 años de la provincia de Buenos Aires.

Proyecto NUTRIABA.

5. Encuesta de Salud, Nutrición y Desarrollo

realizada en la ciudad de Córdoba y

Gran Córdoba (CLACYD- CESNI) 2000.

6. Prevalencia de obesidad en una población

de 10 a 19 años en la consulta pediátrica.

7. Encuesta antropométrica de efectores de

salud de la Provincia de Buenos Aires.

En la Tabla 2 se muestran los resultados de

estos estudios.

El criterio para definir sobrepeso y obesidad

en los niños ha sido (excepto en el primer

estudio) el utilizado por la OMS (sobrepeso

entre +1 y +2 DE, obesidad >2DE según

tablas del NCHS). Este criterio está basado

en una distribución normal de la relación

peso para talla, lo que no parece ser la que

siguen nuestras poblaciones.

Cambios en la prevalencia

Existen pocos estudios con fuentes de

datos comparables.

Además la prevalencia se incrementa con

la edad: en el estudio 7 se observó en los

niños de 0 a 2 años un 5,3% de obesidad y en

los de 2 a 6 años un 7,5%. En el estudio del

Gran Buenos Aires (Estudio 4) también la

prevalencia aumenta con la edad; en los

dad que disminuye las posibilidades de actividad

física al aire libre, son los factores que

influyen en este proceso, más que la accesibilidad

o no a los alimentos.

Se ha observado que en América Latina el

incremento en las tasas de obesidad se relaciona

en forma directa con las mejoras en las

condiciones económicas de los países, en

contraste con lo observado en países de ingresos

medios, donde la obesidad tiende a

descender a medida que aquellos aumentan.

Sin embargo, también se han observado incrementos

de la obesidad en poblaciones

desarrolladas.

Existen pocos estudios disponibles que

aporten datos de alcance nacional en la infancia.

Las fuentes utilizadas corresponden a

encuestas nacionales analizadas por Martorell

y col., la base de datos de la OMS e informaciones

específicas de muestras o censos nacionales

de Chile, Brasil y México. Se consideró

sobrepeso a aquellos valores de peso para la

estatura entre +1 y +2 desviaciones estándares

y obesidad a los mayores de 2 desviaciones

estándares de la referencia internacional

NCHS/OMS (WHO, 1983).

De los 12 países que tienen información

completa de sobrepeso y obesidad (Perú,

Bolivia, Chile, Paraguay, México, República

Dominicana, Brasil, Nicaragua, Colombia,

Guatemala, El Salvador y Honduras) un tercio

supera el 20% en ambas situaciones, destacándose

la alta frecuencia encontrada en

niños bolivianos, peruanos y chilenos.

Con respecto a la obesidad, los valores de

Población Resultados Población Resultados Variación

en la

prevalencia

Varones

18 años.

Nacional

1987. 24

Sobrepeso:

14,7%

Estudio 1 Varones

18 años

Nacional

1993.

Sobrepeso:

19,5%

+4,8%

Niños 9-24

meses. Gran

Buenos Aires,

1985.25

Obesidad:

2.5%

Estudio 4

Niños < 2

años

NUTRIABA

1999

Obesidad:

5,7%

+ 3,2%

Niños menores

de 6 años,

Prov. Bs. As.

Incorporados

en el estudio

3, 1995-96

Obesidad:

4,4%

Estudio 7

< 6 años

Provincia

de Bs. As.

Obesidad:

5,2%

+0,8%

TABLA 3.

268 / Arch.argent.pediatr 2005; 103(3) / Consenso

mayores de 2 años que de 8,9% y alcanzó el

12,4% en el grupo de 5 a 6 años. Lo mismo

ocurre en el estudio de Córdoba, donde la

prevalencia se incrementa de 5,3% en los

menores de 2 años a 12,1% a los 5 años. En el

estudio 6, que evaluó niños de 10 a 16 años,

se observó un 34,3% de obesidad en el grupo

de 10 a 12 años; la prevalencia disminuyó en

las edades mayores.

Esto no se observa en el estudio nacional

del Ministerio de Salud, encontrándose mayor

prevalencia en los menores de 24 meses,

excepto para la provincia de Santa Cruz.

Conclusiones

La prevalencia de obesidad en los estudios

realizados en Argentina en la última

década oscila entre 4,1% y 11%.

Estas cifras concuerdan con las descritas

en otras poblaciones a nivel mundial.

Como dato relevante, la cuarta parte de la

población infanto-juvenil estudiada en nuestro

país presenta exceso de peso.

IV. SÍNDROME METABÓLICO

En las sociedades de occidente, la enfermedad

cardiovascular aterosclerótica es una

de las primeras causas de muerte en el adulto

y se asocia fuertemente con el síndrome metabólico

y la diabetes de tipo 2.

La obesidad desempeña un papel central

en el síndrome metabólico que se caracteriza

por la asociación de hiperinsulinemia insulinorresistencia,

hipertensión, dislipemia, diabetes

de tipo 2 y aumento de riesgo de enfermedad

aterosclerótica cardiovascular.

Investigaciones recientes han demostrado

que el proceso de aterosclerosis y

factores de riesgo asociados con su desarrollo

comienzan en la infancia y se relacionan

tempranamente con la obesidad y otros

componentes del síndrome en niños y adolescentes.

En las últimas tres décadas, el incremento

de la prevalencia de obesidad tanto en niños

como en adultos ha ocasionado paralelamente

mayor incidencia de complicaciones

asociadas como diabetes de tipo 2 y, como

síndrome metabólico.

De acuerdo con los conocimientos y evidencias

actuales y por extrapolación de estudios

en adultos es razonable sugerir que las

modificaciones en el estilo de vida y el control

de peso en la infancia reducirán el riesgo

para el desarrollo de síndrome metabólico,

diabetes de tipo 2 y enfermedad cardiovascular

en la adultez.

Definición: no hay definición en pediatría,

son criterios del adulto que actualmente

pueden ser extrapolados a los niños y

adolescentes según las últimas evidencias

epidemiológicas.

El síndrome metabólico ha tenido otras

denominaciones como síndrome X, síndrome

de insulino resistencia, síndrome dismetabólico,

síndrome de Reaven, síndrome

metabólico cardiovascular osíndrome plurimetabólico.

La Organización Mundial de la Salud

(OMS) en 1998 estableció el nombre de “síndrome

metabólico” en el informe de diagnóstico

y clasificación de la diabetes mellitus.

La OMS y el panel de tratamiento de

colesterol en adultos (ATP III) ambos eligen

esa denominación para todas las definiciones

de consensos.

Criterios diagnósticos

Según ATP III se define como síndromemetabólico a la presencia en adultos, niños y

adolescentes de al menos tres de los cinco

criterios que se presentan a continuación:

Criterio Adulto Niño

Aumento de

triglicéridos (mg/dl) ≥ 150 ≥ 110

HDL-C bajo (mg/dl)

Varones < 40 ≤ 40Mujeres < 50 ≤ 40

Obesidad abdominal

(circuncintura) cm

Varones > 102 ≥ 90 percentilo

Mujeres > 88 ≥ 90 percentiloGlucosa ayunas (mg/dl)

≥ 110
≥ 110Tensión arterial ≥ 130/85 ≥ 90 percentilo Prevalencia de síndrome metabólico en adolescentes

de 12 A 19 años. (NHANES III, 1988-1994), Cook S,

Dietz W.5

*Las nuevas recomendaciones de la Asociación Estadounidense

de Diabetes (ADA) determinantes de riesgo

glucemia en ayunas ≥ 100 mg/dl en vez de 110 mg/dl.

Obesidad y síndrome metabólico

1. El mayor peso corporal predispone a los niños

a muchas de las complicaciones médicas de la

Consenso sobre diagnóstico y tratamiento de la obesidad en pediatría / 269

obesidad que se observan en adultos, en particular

los componentes del síndrome metabólico.

La asociación de la obesidad con el síndrome

de insulino resistencia y el riesgo

cardiovascular no se debe solamente al grado

de obesidad, sino que estaría críticamente

relacionado y dependería del patrón de distribución

grasa. En los niños, en forma similar

a lo encontrado en adultos, se ha demostrado

recientemente que aquellos con mayor

grasa abdominal (adiposidad central) desarrollarían

este síndrome con más frecuencia.

El aumento de la circunferencia de la cintura

en niños y adolescentes se asocia con hipertensión

sistólica y diastólica, hipercolesterolemia,

bajo colesterol de HDL, hipertrigliceridemia

e insulinorresistencia. Debe considerarse

esta medición como apropiada para

una correcta definición del síndrome en la

práctica pediátrica, ya que el IMC es un

indicador menos sensible para evaluar la

distribución grasa. La Asociación Estadounidense

de Cardiología, recomienda esta

medición en aquellos pacientes pediátricos y

adolescentes que presentan riesgo de insulino

resistencia en su último consenso. (Veánse las

tablas del Anexo).

Hipertensión en el síndrome metabólico

El incremento de la obesidad en pediatría

ha ocasionado que la hipertensión clínica se

presente con mayor frecuencia en esta etapa

biológica que en décadas pasadas.

La insulinorresistencia asociada a hipertensión

provoca:

1.Aumento de la retención renal de sodio

y la depuración de agua libre.

2.Aumento de actividad simpática.

3.Estimulación del crecimiento del músculo

liso vascular.

Los niveles de insulina son significativamente

más elevados en pacientes con hipertensión

esencial que en normotensos y aún

mayores en obesos hipertensos.

En estudios de insulinorresistencia con

pinzamiento hiperinsulinémico-euglucémico

se remarca una mayor influencia del tejido

adiposo (adiposidad) que de la insulina en la

hipertensión en la infancia en niños y jóvenes.

2. La prevalencia de hipertensión arterial oscila

entre 17 a 32% en obesos con otros factores de

riesgo cardiovascular.

En el estudio del Hospital de Niños R.

Gutiérrez (Trifone y col., 2003) se encontró

en niños y adolescentes obesos niveles elevados

de tensión sistólica y diastólica en

6,9%, especialmente en aquellos con mayor

grado de obesidad, anomalías lipídicas y

disglucémicos.

Dislipemias y síndrome metabólico

La asociación entre obesidad y dislipemia

observada en adultos, también se ha demostrado

en niños y adolescentes.

En estudios clínicos poblacionales, los

adolescentes obesos tienen un perfil lipídico

aterogénico, con aumento de colesterol de

(LDL-C) y triglicéridos y bajo colesterol de

HDL (HDL-C).

Las investigaciones a partir del estudio

de Bogalusa demostraron que, en comparación

con los niños de similar edad y sexo sin

sobrepeso, en los niños con sobrepeso y obesidad

el colesterol total fue entre 2,4 a 7,1

veces más elevado, en tanto que los triglicéridos,

la LDL y la hiperinsulinemia fueron

12,6 veces más elevados.

La hiperinsulinemia aumenta la síntesis

hepática de VLDL y, en consecuencia, de triglicéridos

y de LDL-C; hay resistencia

insulínica sobre la lipoproteinlipasa con incremento

de triglicéridos y LDL-C, y disminuyen

los niveles de HDL-C por alteración de

la relación síntesis de apolipoproteína A/

degradación de HDL-C.

La prevalencia de hipertrigliceridemia en

niños con síndrome metabólico es de 4% a

32% en relación con el aumento de grasa

visceral.

Diabetes de tipo 2 y síndrome metabólico

En los últimos 10 años se ha informado

un incremento de la diabetes de tipo 2 en

niños y adolescentes; esto se asociaría paralelamente

con el aumento de la prevalencia

de la obesidad grave en la infancia y adolescencia.

Además hay nuevos informes sobre la

prevalencia de diabetes de tipo 2 en ciertas

etnias afroamericanos, hispanoamericanos,

del sudeste asíatico y caucásicos.

La diabetes de tipo 2 es asintómatica en

sus estadios tempranos, aunque puede presentarse

con los síntomas cardinales y aun

con cetoacidosis diabética como debut en

jóvenes obesos.

Sinha et al demostraron mayor insulino270

/ Arch.argent.pediatr 2005; 103(3) / Consenso

rresistencia e intolerancia a la glucosa cuanto

mayor era el grado de obesidad y una prevalencia

de diabetes de tipo 2 de 4% en los

obesos.

En el Hospital de Niños R. Gutiérrez se

observó una prevalencia de diabetes de tipo

2 de 3% y de intolerancia a la glucosa, de 3%

en 203 niños y adolescentes obesos caucásicos

en el período 2001-2003.

En el Hospital Garrahan se investigó la

prevalencia de alteraciones del metabolismo

de los hidratos de carbono en 498 niños y

adolescentes obesos asintomáticos, utilizando

los datos de la prueba de tolerancia a la glucosa,

según criterios diagnósticos de la Asociación

Estadounidense de Diabetes, observándose

intolerancia a la glucosa en 44 pacientes

(8,8%) y diabetes de tipo 2, en 7 con (1,4%).

Según la Asociación Estadounidense de

Diabetes, para la prevención del síndrome

metabólico, es importante la detección de

pacientes con riesgo de:

1. Obesidad (central).

2. Presencia de acantosis nigricans.

3. Antecedentes familiares de diabetes de

tipo 2.

4. Bajo/alto peso al nacer.

5. Índices de resistencia a la insulina

alterados.

6. Dislipemia, hipertensión, ovario

poliquístico.

7. Predisposición de algunas razas o etnias.

La obesidad de comienzo en la infancia a

menudo precede a estado hiperinsulinémico

que con el tiempo lleva a la insulinorresistencia.

En determinado momento aparecía la

pérdida del control glucémico se manifiesta

ría la intolerancia a la glucosa y, posteriormente

la enfermedad.

Sin embargo, no todos los individuos desarrollan

intolerancia a la glucosa o diabetes.

Existe una fuerte asociación y predisposición

genética familiar que se evidencia en los

antecedentes de diabetes de tipo 2 de estos

pacientes, por lo tanto la historia familiar es

importante para la evaluación de riesgo.

Actualmente, la diabetes de tipo 2 en

niños y adolescentes se ha convertido en un

problema de salud pública emergente. El

comienzo temprano de esta enfermedad sugiere

que estos pacientes tienen un riesgo de

desarrollar enfermedad cardiovascular precozmente

en la adultez.

Es fundamental en la práctica pediátrica

detectar todos aquellos factores de riesgo

temprano de síndrome metabólico y diabetes

de tipo 2 a fin de prevenir la instauración

definitiva de riesgo de enfermedad cardiovascular

en la vida adulta.

La Sociedad Estadounidense de Cardio-

Algoritmo de evaluación nutricional y seguimiento del paciente

Evaluación

primer nivel

• Índice de masa

corporal

(IMC) >6 a

• Peso

relativo

(PR) < 6 a

Segundo nivel

Obesidad

Sobrepeso

Sin riesgo de sobrepeso

Derivación al especialista

Si (+)

Historia familiar

Tensión arterial

Colesterol total

IMC-PR

Preocupación acerca del

sobrepeso

Si (-)

Registrar en la

historia clínica.

Pautas de

nutrición y

actividad acorde

a la edad

Control pediátrico habitual

Modificado de Barlow SE, Dietz WH (referencia 3).

Consenso sobre diagnóstico y tratamiento de la obesidad en pediatría / 271

logía ha publicado recientemente guías sobre

la detección y tratamiento de estos factores

de riesgo cardiovascular y de diabetes

tipo 2 en el síndrome metabólico.

Índices utilizados para

evaluar la resistencia insulínica

La presencia de resistencia insulínica se

valora mediante el cálculo de los siguientes

índices:

HOMA (Homeostasis Model Assesment): Es

un modelo matemático que utiliza la insulina

y la glucemia basal para predecir la resistencia

a la insulina y la función de la célula

beta.

Presenta una elevada asociación con el

estándar de oro de sensibilidad insulínica: el

pinzamiento euglucémico hiperinsulínico.

Más recientemente, estos modelos han sido

validados para niños y adolescentes.

Insulinorresistencia

HOMA IR: (insulina en ayunas (U/ml).

Glucosa en ayunas mg/18)/22,5.

Este valor oscila entre 0-15; cuanto más

alto más resistencia a la insulina.

Función de célula beta

(HOMA β: (20 x insulina en ayunas (µU/

ml))/[(glucosa en ayunas(mg/dl)/18) - 3,5]

El valor numérico indica un porcentaje de

función de la célula beta; por lo tanto, el

valor normal es de 100.

Otros parámetros de resistencia insulínica:

insulina basal >15 µU/ml o pico de insulina>150

µU/ml (después de la sobrecarga deglucosa) o más de 75 µU/ml a los 120 minutos

en la prueba de sobrecarga oral de glucosa

oral.

V. TRATAMIENTO

1. La prevalencia de sobrepeso y obesidad

presenta incrementos alarmantes en la

población mundial.

2. Todas las evidencias ante las dificultades

del tratamiento de la obesidad del adulto,

las frecuentes recaídas y los altos costos,

ponen énfasis en la prevención. El tratamiento

de la obesidad en la infancia es la

prevención de la obesidad del adulto.

3. Los niños con obesidad presentan dificultades

psicosociales como rechazo de sus

pares, aislamiento y distorsión de la imagen

corporal, que también pueden afectar

los logros educacionales y las relaciones

interpersonales.

4. Los niños obesos tienen riesgo aumentado

de hiperinsulinemia, hipertensión y

dislipemias.

5. La obesidad en la infancia tiene mayor

riesgo de obesidad en la vida adulta, que

se asocia a enfermedades cardiovasculares,

diabetes de tipo 2, osteoartrosis, cáncer

de mama, alteraciones cutáneas, agravamiento

de enfermedades reumáticas,

asma y otras enfermedades respiratorias.

Evaluación de

laboratorio del paciente obeso

Se recomienda estudiar a todo niño con

Modificado de Barlow SE, Dietz WH (referencia 3).

Diagnóstico:

2 a 6 años

PR 110-120%

Mayor de 6 años

Mantenimiento

PR >120%

sin complicaciones

mantenimiento

de peso

con

complicaciones

pérdida

de peso

IMC

85-95

sin

complicaciones

con

complicaciones

mantenimiento descenso de peso

IMC 95 o más

pérdida

de peso

Algoritmo de tratamiento

272 / Arch.argent.pediatr 2005; 103(3) / Consenso

antecedentes familiares o comorbilidad asociada

a su sobrepeso y a todo niño obeso. El

especialista podrá realizar estos estudios

después de la derivación del paciente.

Perfil glucémico:

• Glucemia basal con ayuno mayor de 8

horas (<110 mg% normal, 110-126 mg%

intolerancia a la glucosa, >126 mg%

diabetes).

• Curva de tolerancia oral a la glucosa

(glucemia a los 120 min <140 mg%

normal, 140-200 mg% intolerancia a la

glucosa, >200 mg% diabetes).

Hiperinsulinismo:

• Insulina basal: <15 UI/l normal, >20

UI/l hiperinsulinismo.

• Curva de tolerancia oral a la glucosa

con dosaje de insulina: pico de secreción

>150UI/l.

• Índice HOMA IR: <3,5 normal, >3,5

hiperinsulinismo.

Perfil lipídico (con ayuno de 12 horas): colesterol

total, triglicéridos, CHDL, CLDL.

Esteatosis hepática: ecografía abdominal,

TGO, TGP, gGT.

Perfil tiroideo: si el paciente presenta talla

y velocidad de crecimiento adecuado o incrementado,

se recomienda no realizar estudio

de la función tiroidea. Obtener TSH aumentada

debido a una disminución de

Binding protein (TGβ), con diagnóstico falso

de hipotiroitismo.

Hiperandrogenismo y/o alteraciones del ciclo

menstrual
: si el paciente presenta signos de

hiperandrogenismo: hirsutismo, acne, pérdida

de cabello, alteraciones menstruales. Se

recomienda realizar ecografía ginecológica y

su derivación a endocrinología infantil para

el estudio hormonal correspondiente.

Indicaciones y algoritmo de tratamiento

¿A quiénes debe tratarse?

Pacientes con índice de masa corporal

(IMC) mayor o igual al percentilo 85 con

presencia de complicaciones y a todo paciente

con IMC mayor o igual al percentilo 95 con

o sin complicaciones presentes.

Peso deseado: el mantenimiento del peso

versus la pérdida de peso para alcanzar un

peso determinado, va a depender de la edad

del paciente, el grado de obesidad y la presencia

de complicaciones médicas.

Todo niño o adolescente con complicaciones

de obesidad y/o obesidad mórbida debe recibir

tratamiento especializado.

Rol del pediatra

El primer desafío del tratamiento es lograr

una alianza adecuada con el niño y su familia

centrada en la importancia del tratamiento
: la

palabra obesidad es frecuentemente usada

de manera peyorativa para describir a las

personas con grandes excesos de peso, muchas

familias se sienten más cómodas usando

la palabra sobrepeso. Preguntas abiertas

del pediatra que exploran el grado de preocupación

familiar, los motivos de dicha preocupación,

cómo se produjo la ganancia de

peso y de qué forma es posible el descenso de

peso, permiten al pediatra comenzar a entender

la perspectiva familiar. Preguntas amables

y adecuadas sobre burlas de sus pares o

discriminación o situaciones problemas en

relación a la obesidad, pueden ayudar al

niño hablar más fácilmente sobre los inconvenientes

que trae la obesidad.

Preparar al niño-adolescente para el cambio:

un programa de tratamiento indicado a un

niño, adolescente o a una familia que no está

lista para el cambio puede ser no solo en

vano, sino también negativo. Un tratamiento

infructuoso puede disminuir la autoestima

del niño e influir sobre futuros esfuerzos

para mejorar su salud o su peso. Si un niño

pequeño no está listo para el cambio, pero su

familia sí lo está se puede comenzar a trabajar

con ellos generando algunos cambios en

su hábito alimentario o en su patrón de actividad

física. Dependiendo de la severidad

de la obesidad, los niños que no están listos

para el cambio se podrían beneficiar con una

adecuada intervención del pediatra para

mejorar su motivación y en ese caso es recomendable

postergar la derivación hasta el

momento adecuado. La intervención de un

equipo psicoterapéutico puede ser necesaria

en algunos casos. La adecuada información

del pediatra sobre las bases del tratamiento,

permitirá al niño y la familia contar con

mayor información y construir metas realistas

que faciliten la intervención futura.

Pasos necesarios para

una correcta derivación

1. La intervención debe ser temprana. El

riesgo de persistencia de obesidad aumenta

con la edad.

Consenso sobre diagnóstico y tratamiento de la obesidad en pediatría / 273

2. Toda la familia debe estar lista para el

cambio.

3. Los clínicos deben educar a las familias

sobre los problemas médicos de la obesidad:

el niño y su familia deben conocer los

riesgos a largo plazo de la obesidad, incluyendo

hipertensión, hipercolesterolemia,

enfermedad cardiovascular y diabetes. Los

antecedentes familiares positivos de estas

enfermedades deben ayudar a las familias

a tratar de prevenirlos en los hijos.

4. Los clínicos deben conversar con las familias

acerca de su inclusión en el tratamiento.

Los cambios familiares en relación

a los hábitos alimentarios y de actividad

física son esenciales para el éxito a

largo plazo del tratamiento.

5. El clínico debe asesorar a la familia sobre

las características del tratamiento: los programas

adecuados de tratamiento deben

instituir cambios permanentes; no dietas

de corto plazo que busquen un descenso

rápido del peso.

Tratamiento

El objetivo primordial del tratamiento de la

obesidad no complicada, es promover un estilo de

vida que incluya alimentación sana y variada y

un patrón de actividad física regular para todo el

grupo familiar.La obesidad es una enfermedad crónica, por lo

cual frecuentes controles, monitoreo contínuo y

refuerzo periódico de las pautas de cambio, son un

requisito fundamental. Al ser una patología crónica,

su enfoque
interdisciplinario con respecto

a la terapéutica y al diagnostico de complicaciones,

es de fundamental importancia. Diferentes

profesionales de la salud aportan las pautas para

el manejo integral de la obesidad pediátrica.

Estrategias generales del tratamiento

• Involucrar a la familia en el tratamiento:

cuando la familia forma parte del tratamiento

se producen mejores resultados

en el descenso de la adiposidad y en el

sostenimiento a largo plazo.

• Los cambios en los hábitos alimentarios y

en la actividad, deben ser graduales y

pequeños, pero permanentes.

• La familia debe aprender a:

1. Comprar alimentos saludables. Saber

clasificar los alimentos según su contenido

graso y de azúcares refinados.

Utilizar el gráfico nacional de alimentos

como herramienta educativa.

2. Planificar un menú semanal saludable.

La organización es un componente

importante del tratamiento.

3. Facilitar el ordenamiento de la alimentación

familiar.

4. Acerca de porciones adecuadas para

cada edad.

5. A resaltar las conductas positivas y

alentar al niño.

• Las consultas deben ser frecuentes para

permitir al pediatra evaluar los logros,

reconocer las dificultades y realizar

los cambios necesarios en la estrategia

del tratamiento. El profesional debe

empatizar con la familia y no criticar.

Cada logro alcanzado debe ser estimulado.

• La familia debe reemplazar conductas

sedentarias por otras de mayor gasto

de energía. La actividad debe estar

incorporada dentro de la rutina diaria,

en forma espontánea y programada.

Recomendaciones prácticas

para realización de actividad física

Los niños deben participar todos los días

en una variedad de actividades acordes a su

edad para alcanzar un óptimo estado de

salud y bienestar. Dicha actividad física debe

ser:

1. Espontánea a través del estímulo del

juego propio de cada edad. Plaza, patio

escolar, caminata para el traslado

hacia y desde la escuela.

2. Programado. Se recomienda actividades

grupales que favorezcan la sociabilidad

del niño. La actividad deportiva

no debe ser competitiva, dando la

posibilidad de participar activamente

a todos los niños independientemente

de sus destrezas naturales.

Los niños deben acumular al menos 60

minutos de actividad física por día, la mayor

parte de la semana. Esta actividad debe

incluir actividades moderadas y vigorosas,

de características intermitentes por su naturaleza.

No debe esperarse actividad física vigorosa

de mucha duración en los chicos. La

actividad vigorosa es desarrollada a lo largo

del día en períodos variables de segundos o

minutos de duración.

Algunos ejemplos de actividad física de

274 / Arch.argent.pediatr 2005; 103(3) / Consenso

duración variable repartidos a lo largo del

día son: juegos en el recreo escolar, actividad

física programada como parte del programa

educativo, períodos de juego libre y participación

en actividades deportivas.

Períodos prolongados de inactividad (2

horas o más) no son recomendados para los

niños durante la rutina cotidiana (excluyendo

el descanso nocturno adecuado).

Las conductas parentales que pueden

contribuir al éxito del tratamiento son:

• Encontrar motivos para elogiar al niño.

• No utilizar comida como recompensa.

• Establecer un menú semanal. Los padres

son los que determinan el mismo

y la calidad de la comida.

• Ofrecer solo opciones sanas. La posibilidad

de elegir entren dos alimentos

sanos permite al niño ejercer su independencia.

• Eliminar tentaciones de la alacena.

• Los padres deber ser un ejemplo, “modelo”.

El niño aprende de la conducta

de los adultos.

• Los padres deben ser consistentes en

sus decisiones y cambios realizados.

• Los padres son un modelo no solo en

lo que respecta a los hábitos alimentarios,

sino que su nivel de actividad/

sedentarismo se verá reflejado

en los patrones de actividad de sus

niños. Se recomienda estimular la

actividad en los niños practicando

los padres una vida y facilitando de

acuerdo a las posibilidades, la incorporación

de los chicos en actividades

programadas.

VI. PREVENCIÓN DE OBESIDAD

¿Por qué prevenir?

La prevalencia de sobrepeso y obesidad

está aumentando en todo el mundo, en países

desarrollados y en vías de desarrollo,

tanto en adultos como en niños y cada vez a

edades más tempranas y con formas más

severas.

El sobrepeso y la obesidad en la infancia

tienen un impacto significativo en la salud

física como psicosocial (el estrés psicológico

como la estigmatización social son tan graves

como la morbilidad clínica). La hipertensión,

dislipemia y la tolerancia alterada a la

glucosa ocurren con más frecuencia en niños

y adolescentes obesos (en especial si hay

historia de diabetes familiar tipo 2 antes de

los 40 años). Más aún, la obesidad es un

factor de riesgo independiente para el desarrollo

de obesidad en la adultez1 y si existen

evidencias de la asociación entre obesidad

en la adolescencia y el incremento de riesgos

en la salud en la edad adulta.

La magnitud del problema hace que sea el

pediatra el que deba estar alerta y usar la

mejor información disponible para evitar el

desarrollo de la obesidad ya que una vez

instalada se transforma en una enfermedad

difícil con escasa respuesta al tratamiento.

El incremento en la prevalencia de sobrepeso

y obesidad en niños y adolescentes hace

que su prevención se haya incorporado como

una prioridad en Salud Pública.

Este incremento en la prevalencia no sería

dependiente en principio del control genético,

sino que estaría relacionado fundamentalmente

con cambios en el modo de vida o

variación en cantidad y en composición de la

dieta junto con los hábitos sedentarios.

Probablemente la dirección de las estrategias

de prevención debieran apuntar a modificar

esas conductas. No obstante eso, no hay

evidencias fuertes para establecer cuál es la

dirección a la que debieran apuntar los programas

de prevención para los diferentes

grupos de riesgo.

Hay limitados estudios que apoyan la

efectividad de los programas de prevención

y que permitan conclusiones válidas. Los

ensayos controlados y randomizados son los

más adecuados para evaluar los efectos de

intervenciones sobre el modo de vida y la

conducta alimentaria. Deben evaluar alguna

variable objetiva al ingreso del programa y

compararla luego de la intervención con un

seguimiento mínimo de 1 año.

Se tomaron las bases de datos de Cochrane

2003 que incluyó 10 estudios de prevención

de obesidad.

Siete de ellos fueron catalogados como de

largo plazo por tener un seguimiento de por

lo menos un año y 3 de corto plazo (hasta 3

meses de seguimiento).

En ocho estudios las intervenciones fueron

realizadas en la escuela, uno en una

comunidad afro-americana de bajos recursos

y el último estuvo dirigido a familias de

Consenso sobre diagnóstico y tratamiento de la obesidad en pediatría / 275

niños no obesos hijos de padres obesos. Tres

de los cuatro programas a largo plazo que

combinaron intervenciones de Educación

Alimentaria y Actividad Física no tuvieron

diferencias favorables en el sobrepeso en el

grupo que recibió la intervención. Sólo uno

de los estudios mostró mejoría en el grupo

con intervención.

Un único estudio a largo plazo y dos de

corto plazo con intervenciones sobre la actividad

física demostraron una ligera reducción

del peso en los grupos intervenidos.

Esta revisión pone en evidencia una situación

paradojal: mientras que la magnitud

del problema hace que la prevención de la

obesidad sea una prioridad para la Salud

Pública, no hay evidencias claras de la efectividad

de los programas de prevención en

los distintos grupos de riesgo.

La reducción de las conductas sedentarias

y el incremento de la actividad física parecen

ser las estrategias más útiles; sin embargo hay

necesidad de estudios bien diseñados que

evalúen los distintos tipos de intervención y

poder generalizar sus conclusiones.

Factores de riesgo

Es importante tener en cuenta que hay

factores de riesgo para el desarrollo de la

obesidad y saber que aquellos niños que

los presentan constituyen un grupo vulnerable

en el que se hace imprescindible comenzar

tempranamente con estrategias de

prevención.

Factores genéticos: obesidad en los padres:

ambos padres obesos: mayor riesgo.

Medioambientales: son numerosos y complejos

para modificar pero se pueden influenciar

a través de estrategias a nivel individual

y comunitario.

Se deben considerar especialmente los

“períodos críticos” para el desarrollo de la

obesidad:7 prenatal tanto el bajo como el alto

peso al nacer son factores de riesgo, el rebote

adipocitario y la pubertad donde desvíos de

lo normal incrementan el riesgo de desarrollo

de obesidad.

Inseguridad alimentaria: se observa una

relación inversa entre la inseguridad alimentaria

y la prevalencia de obesidad. La

pobreza y la obesidad se relacionan de manera

compleja. En esta relación se reconoce

que influyen las muy pocas posibilidades

de elegir alimentos saludables, una baja estimulación

en el hogar, la ausencia de un

ámbito seguro para el desarrollo de actividad

física y también la presencia de obesidad

materna.

Influencia de la conducta: mientras se

aguarden las evidencias científicas para sostener

prácticas específicas de prevención, se

propone que el pediatra investigue acerca de

los comportamientos que afectan el balance

energético, aumentando el gasto (limitar

horas frente al TV, estimular actividades recreativas

al aire libre) o poniendo énfasis en

la calidad de la dieta (estímulo y sostén de la

lactancia materna, limitar el consumo de jugos

y bebidas azucaradas, snacks, alimentos

ricos en grasas, etc.).

¿Qué comportamientos se consideran

útiles en la prevención de la obesidad?

Para ser considerados útiles, cada uno

de los comportamientos debe cumplir tres

criterios:

1. Si es adoptado puede ayudar a prevenir

la obesidad.

2. Debe poder promover otros aspectos

saludables aún cuando no impacten

sobre la obesidad.

3. Los esfuerzos para que se produzcan

tales cambios no deben producir daño.

Una de las estrategias básicas propuestas

para prevenir el desarrollo de la obesidad

consiste en la promoción de la lactancia materna.

Si bien aún no se comprende bien cuál

es su rol en la prevención, está bien reconocido

que los niños alimentados al pecho reciben

señales químicas cerebrales diferentes a

las de los que reciben biberón. Estas señales

permiten el desarrollo del ciclo hambre-saciedad

(autorregulación de la ingesta) desde

los primeros momentos de la vida.

Aún cuando los efectos de la lactancia

materna son pequeños cuando se los compara

con otros factores que influyen en el

desarrollo de la obesidad en el niño, este

beneficio es significativo en términos de

Salud Pública.

La actividad física es uno de los componentes

principales del gasto energético (representa

un 15% del total).

Las condiciones actuales de vida en las

grandes ciudades (espacios reducidos, falta

de tiempo de los padres, inseguridad en la

vía pública) determinan una importante reducción

en este componente del gasto, pre276

/ Arch.argent.pediatr 2005; 103(3) / Consenso

disponiendo a la obesidad.

El pediatra debe investigar aquellos comportamientos

que favorecen el gasto energético

dependiente de la actividad física considerando

las horas de juego y actividad física al

aire libre, beneficiosas para el desarrollo de la

motricidad gruesa, la inserción social y las

experiencias cognitivas y que favorecen la

exploración y contacto con el medio ambiente.

El pediatra debe desarrollar estrategias

creativas acordes al medio y las posibilidades.

Otra de las estrategias consiste en limitar

las horas frente al televisor, videojuegos y

computadora. Se recomienda desalentar su

uso en menores de 2 años y limitarlo a no más

de dos horas diarias en los mayores.

Otro de los factores determinantes en el

desarrollo de la obesidad desde muy temprano

en la infancia es el excesivo consumo de

bebidas azucaradas. Las bebidas azucaradas

(jugos y gaseosas) constituyen, junto con otros,

un grupo de alimentos que aportan calorías

vacías (energía sin otro nutriente). Contribuyen

al desarrollo de la obesidad, tienen una

alto índice glucémico, aportan un alto valor

calórico con baja densidad nutricional. Además

el azúcar puede resultar adictiva por ser

dopaminérgica como los opiáceos.

Limitar su consumo y retardar la iniciación

de la incorporación, así como educar

sobre el verdadero rol que cumplen dentro

de la alimentación constituye otra de las

estrategias para la prevención.

SUMARIO. CONCLUSIONES

El aumento de la prevalencia de sobrepeso

y obesidad y su co-morbilidad en la infancia

tiene características de epidemia. Su tratamiento

es complejo y poco exitoso.

Los factores genéticos y medioambientales

y/o la combinación de ambos pueden y

deberán ser identificados.

Es importante reconocer tempranamente

en el control pediátrico la excesiva ganancia

de peso en relación al crecimiento lineal.

Se debe realizar la educación de la familia

guiando para el desarrollo de hábitos saludables

perdurables (actividad física y comportamientos

con la alimentación).

En la alimentación priorizar la moderación

y la elección saludable sin patrones restrictivos.

Promover la actividad física regular, familiar,

escolar, comunitaria.

La dirección óptima hacia la prevención

debe combinar intervenciones en la dieta y

en la actividad física.

Recomendaciones

Supervisión en salud

a. Identificar pacientes en riesgo.

b. Calcular y registrar IMC anualmente

en niños y adolescentes.

c. Detectar la excesiva ganancia de peso

para promover modificaciones en el

modo de vida tendientes a prevenir la

obesidad.

d. Promover, proteger y sostener la lactancia

materna.

e. Promover patrones de alimentación

saludables.

f. Promover la actividad física cotidiana

en todos los ámbitos posibles.

g. Limitar horas frente al TV y videojuegos.

h. Reconocer tempranamente los factores

de riesgo de las enfermedades crónicas

del adulto.

Indicaciones según la etapa biológica

Lactante

En el primer semestre se destaca la importancia

de la lactancia materna exclusiva

porque a todos sus beneficios conocidos se

agrega el de autorregulación de la ingesta.

Si recibe fórmula controlar su preparación

y de los agregados (sacarosa, cereales)

evitando particularmente el exceso de

mono y disacáridos.

El lactante no deberá ser obligado a terminar

siempre lo que le ofrecen (reconocer saciedad);

evaluar el número de tomas según la

edad en los primeros dos años.

La introducción de la alimentación complementaria

se hará al sexto mes de vida con

adecuada selección de alimentos.

Se deberá ayudar a la madre o cuidadora

a diferenciar las señales de reclamo de comida

de las otras demandas del niño; no

obligar al niño a terminar siempre la porción

ofrecida.

No limitar el aporte de grasas durante los

primeros dos años de vida por el riesgo de

carencia de ácidos grasos esenciales.

Segundo año de vida

Junto con la integración a la mesa familiar

pueden aparecer cambios en el apetito; recoConsenso

sobre diagnóstico y tratamiento de la obesidad en pediatría / 277

mendar a los padres establecer gradualmente

los horarios de comida favoreciendo la

“comensalidad”.

Asesorar sobre el valor nutricional de los

alimentos con el objetivo de lograr una alimentación

completa y variada.

Preescolar (2 a 5 años)

Reconocer que puede haber rechazo a

nuevos alimentos (“neofobia”).

No utilizar el alimento como recompensa

o gratificación, muestra de afecto o castigo.

Aceptar que el apetito es variable.

Incorporar frutas y verduras a la alimentación.

Resaltar la importancia del desayuno.

Insistir en que la alimentación debe ser

variada, estimulando el consumo diario de

frutas y verduras en especial las de estación

(menor costo y mayor valor nutricional).

Alentar el consumo de agua en lugar de

jugos. Recalcar la importancia del desayuno.

Reconocer que las comidas “especiales”

en relación a eventos sociales, (cumpleaños,

fiestas en el jardín) constituirán la excepción

y no la regla.

En aquellos niños con factores de riesgo

para obesidad se podrán indicar lácteos

descremados.

Estimular la actividad física recreativa al

aire libre: en la plaza, uso de triciclo, bicicleta,

etc. Limitar horas frente a TV, videojuegos, etc.

Escolar

La alimentación seguirá los lineamientos

del período anterior. Estimular la práctica

de deportes grupales no competitivos, la

actividad física cotidiana favoreciendo las

caminatas, el uso de la escalera en reemplazo

del ascensor, reducir el uso del transporte

para distancias cortas. Tener en cuenta el

acceso al kiosco, fuente de golosinas y alimentos

de alta densidad calórica y baja calidad

nutricional.

Adolescencia

Durante el período de rápido crecimiento

del adolescente, las variaciones biológicas

según sexo se hacen más evidentes y los

cambios que se producen en un tiempo relativamente

breve son muy diversos, con patrones

de ingesta muy dispares y hábitos

distorsionados con riesgo de aparición de

trastornos de la conducta alimentaria.

Además de controlar el aporte calórico se

debe evitar la carencia de vitaminas y micronutrientes

y la alimentación monótona y rica

en grasas saturadas que habitualmente ocurre

fuera de la casa. Se deberá equilibrar con

la comida familiar, facilitando la disponibilidad

en el hogar de alimentos saludables para

su consumo.

Promover la realización de deportes y

actividad competitiva. 

278 / Arch.argent.pediatr 2005; 103(3) / Consenso

VII. ANEXO: TABLAS Y FIGURAS

TABLA 1: Percentilos de Circunferencia de cintura

según edad y sexo

Edad Varones Mujeres

Percentilos

50 90 50 90

5 52 59 51 57

6 54 61 53 60

7 55 61 54 64

8 59 75 58 73

9 62 77 60 73

10 64 88 63 75

11 68 90 66 83

12 70 89 67 83

13 77 95 69 94

14 73 99 69 96

15 73 99 69 88

16 77 97 68 93

17 79 90 66 86

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

Definición y Diagnóstico

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obesity. Am J Clin Nutr 1990; 51:22-28.

- Flegal KM, Ogden CL, Wei R, Kuczmarski RL,

Johnson CL. Prevalence of overweight in US

children: comparison of US growth charts from the

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1971-74 a 1999

4-13% (3.3)

12-19 años

1971-74 a 1999

6-14% (2,3)

IMC > p95

FIGURA 1. Incremento global en la prevalencia de obesidad infantil. En negritas el incremento de prevalencia

para el período especificado. En itálicas definiciones de sobrepeso y obesidad. Tomado de Ebbeling y col.8

Inglaterra2 Escocia2

4-11 años 4-11 años

1984-1994 1984-1994

niños: 0,6-1,7% (2,5) niños: 0,9-2,1%(2,3)

niñas: 1,3-2,6% (2,0) niñas 1,8-3,2% (1,8)

IMC ajustado por edad, extrapolado al valor de

adultos de 30 kg/m2

China3

6-9 años

1991-1997

10,5-11,3% (1,1)

10-18 años

1991-1997

4,5-6,2% (1,4)

IMC ajustado por

edad, extrapolado

al valor de adultos

de 25 kg/m2

Haití5

0-5 años

1978-1994/95

0,8-2,8% (3,5)

Peso/Talla > 2 DS

Japón4

10 años

1970-1996

niños <4%-10% (2,5)

niñas 4%-9% (2,3)

PR > 120%

Costa Rica5

0-6 años (1982)

1-7 años (1996)

1982-1996

2,3-6,2% (2,7%)

Peso/Talla > 2DS

Egipto5

0-5 años 1978 1995/

96

2,2-8,6% (3,9)

Peso/Talla >2DS

Chile6

0-6 años

1985-1995

4,6-7,2% (1,6)

Peso/Talla > 2DS

Brasil3

6-9 años

1974-1997

4,9-17,4% (3,6)

10-18 años

1974-1997

3,7-12,6% (3,4)

IMC ajustado por

edad, extrapolado al

valor de adultos de

25 kg/m2

Marruecos5

0-5 años

1987-1992

2,7-6,8% (2,5)

Peso/Talla > 2DS

Ghana5

0-3 años

1988-1993/94

0,5-1,9% (3,8)

Peso/Talla > 2DS

Australia7

7-15 años 1985-1995

niños: 1,4-4,7% (3,4)

niñas: 1,2-5,5% (4,6)

IMC ajustado por edad,

extrapolado al valor de

adultos de 30 kg/m2

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Dres. Carlos Agnestein, Patricia Casavalle, Susana De Grandis, Pablo Durán, Mabel Ferraro, Carmen

Mazza, Ana María Pérez Leiva, Norma Piazza, Débora Setton. Epidemiología: Dres. Luisa Bay, Pablo Durán,Patricia Jáuregui, Adriana Roussos, Verónica Vaccarezza. Síndrome Metabólico: Dres. Andrea Cotti, Adriana

Fernández, Nélida Ferradas, María Esther Ibañez, Sonia Martínez, Aldo Miglieta, Blanca Ozuna, Olga

Ramos, Silvia Segal, Silvia Tonini, Liliana Trifone. Tratamiento: Dras. Patricia Cigliutti, M Virginia Desantadina,

Irina Kovalskys, Teresa Larrocca, Delfina Marchione, Nimia Martínez, Gabriela Perichón, Patricia Sosa,

Norma Villanova. Prevención: Dres. Marta César, Rodrigo Clacheo, Ana María Cucurullo, Susana De

Grandis, Nidia Escobal, Miriam Tonietti, Vera May, Ana María Toranzos.

Arch.argent.pediatr 2005; 103(3) / 263

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